Orlando Aragón


El movimiento de Cherán a tres años de su inicio. Una alternativa política que sigue avanzando

Orlando Aragón Andrade

¿Por qué a pesar de que cada vez son más conocidos los escándalos, la corrupción y la ineptitud de los partidos políticos y, en general, de las instituciones electorales los ciudadanos siguen acudiendo a las urnas? ¿Por qué no nos atrevemos a renunciar a ellas si sabemos que ninguna de estas instituciones representa nuestros intereses y, aún más, son incapaces de sacarnos de la crisis económica y de seguridad en que nos han metido?

Esta paradoja que está presente en México, como en gran parte del mundo, es uno de los desafíos más importantes para el análisis político de nuestros tiempos. Representa un verdadero reto para el pensamiento de izquierda que intenta renovarse siguiendo diferentes rutas ante la insuficiencia de su pensamiento del siglo XX.

Las viejas teorías de la ideología, por ejemplo, planteaban que las instituciones democráticas burguesas eran una maquinación mediante la cual se mantenía engañado al pueblo con la creencia de una falsa participación política en la vida pública.

En consecuencia para esta tradición teórica el objetivo que debía alcanzarse era el de desenmascarar el engaño de la democracia burguesa, para que el pueblo reaccionara, una vez desengañado, y se levantara en contra de sus opresores.
Nuestra situación nos muestra un resultado completamente inesperado.

En nuestros días no nos queda ni siquiera la cuartada del engaño; cada vez es más claro que la gente sabe que no puede esperar nada de las autoridades, de los partidos políticos y de las instituciones electorales. Que si se produce un cambio no vendrá de ahí. Las autodefensas en nuestro estado son sólo un síntoma de esta certeza.

Lejos de pelear en contra de la opresión una vez debelado el engaño de la forma imperante de democracia, se ha producido en la mayor parte de la sociedad un sentimiento y una actitud que péndula entre la resignación y el cinismo.

Cada vez está más extendida la certeza de la gente de que participan en las jornadas electorales o votan por determinado candidato o partido político no porque crean que en ellos puedan encontrar soluciones a los problemas que nos aquejan, sino para impedir que llegue un candidato o partido político peor, o porque de verdad piensan que no hay otra opción que no hay otra alternativa.

El consenso tan abrumador de estas respuestas no es en absoluto casual, por muchas vías y en mucho niveles se impulsa la creencia de una vía única, de un pensamiento único en donde, al estilo de la retórica de la globalización neoliberal, uno debe subirse al carro sino quiere perecer bajo las “patas del carruaje de la (pos) modernidad.”

Esta lógica lleva a concluir a mucha gente que no hay de otra más que aguantar a nuestras corruptas e ineptas instituciones electorales porque no hay una alternativa mejor –es decir, es la menos mala– o como ocurre también en varios casos a adoptar una actitud desencantada disfrazada de “realismo político”; desde la cual se sostiene no sólo que las cosas no se pueden cambiar, sino que si alguien o algunos luchan por mejorar las cosas lo hacen seguramente persiguiendo un interés mezquino.

Por supuesto, esta última posición “realista” la adoptan generalmente quienes no sobreviven al día, quienes en esta sociedad desigual pueden darse el lujo de sentarse a ver cómo pasa la “realidad” sobre grandes sectores sociales que no tienen ese privilegio.

En este orden de cosas la cuestión fundamental que aparece es si ¿en realidad en este negro contexto político y social no hay opciones a nuestra decadente democracia electoral? Contra esta creencia hegemónica creo que las hay. Creo que están desarrollándose con muchas dificultades frente a nuestras narices y que en la mayoría de los casos hemos decidido, consiente o inconscientemente, ignorarlas.

La experiencia que viene construyéndose desde hace tres años en Cherán es justamente una de las más significativas formas alternativas de hacer política y de gobierno que ha surgido en México en los últimos años. Si bien Cherán está lejos de ser el paraíso en la tierra, brilla en muchos aspectos en relación a lo que sucede en el resto de los municipios de Michoacán incluyendo a Morelia.

El 15 de abril de 2011 un grupo de valientes mujeres de Cherán decidieron hacerle frente al problema de despojo forestal y de inseguridad que las autoridades estatales de los tres niveles y de los tres partidos políticos no quisieron ni pudieron resolver.

Así, con todas las dificultades, los peligros y sin un manual de operación para construir un proyecto político diferente los cheranenses decidieron tomar su destino en sus propias manos y empezar a construir un nuevo futuro sin los partidos políticos y el sistema hegemónico de representación.

La expectativa que los gobiernos dieron a este movimiento siempre fue baja. Hace tres años el gobierno perredista apostaba a que el movimiento de Cherán sería un levantamiento más en la meseta, que se disolvería en unos cuantos días.

El actual gobierno priista apostó a que el nuevo gobierno municipal no podría con las dificultades administrativas, legales y políticas que el propio gobierno se encargó de promover, y hoy el gobierno por “usos y costumbres” sigue adelante y funcionando, en algunos campos de manera envidiable, como en el de la seguridad.
Pero este desprecio que no es más que una forma de racismo no solamente ha provenido de la esfera gubernamental. Hace dos años y medio, en plena campaña presidencial, defendí la idea de que experiencias como la de Cherán serían las únicas que podrían llevarnos a nuevos caminos para la construcción de una forma más eficaz de democracia.

Recuerdo que en ese momento varios amigos de izquierda argumentaron que Cherán era muy pequeño, que se debía pensar en grande y que en esa escala sólo era posible el cambio mediante los partidos políticos existentes.

Hoy en día esos “grandes” movimientos de la izquierda son una caricatura en relación a lo que fueron en la coyuntura electoral, no tienen fuerza de movilización, ni mayor eco social, sus estrategias de lucha están caducas y han perdido cualquier potencial de transformación al sumarse al mercado de los partidos políticos y de las instituciones electorales.

Cherán en cambio sigue en pie, peleando, caminando con todas las dificultades que nuestro contexto le impone. Han construido, con todas sus imperfecciones, una forma diferente de gobierno, una en la que los gobernantes son sometidos al escrutinio de sus ciudadanos, una que los ha convertido en el municipio más seguro de Michoacán, una que los ha blindado de tener vínculos con el crimen organizado. Nada mal para un Michoacán que parece se nos cae a pedazos.

En ese sentido Cherán es mucho más que una lucha exitosa de una comunidad indígena en la defensa del bosque, es mucho más que una experiencia exitosa en materia de seguridad, es mucho más que un gobierno indígena por “usos y costumbres”.

Cherán, y otras experiencias similares, son esos tizones encendidos que entre las cenizas de nuestro Michoacán, de nuestro México, nos permiten desafiar al derrotismo, a la resignación y al desencanto político.

Cherán forma parte de esas alternativas de política que están ahí, construyéndose, andando y urge que las miremos, las valoremos y estemos dispuestos a aprender de ellas. Cherán, en suma, forma parte de esos destellos que hoy tenemos, en una noche muy oscura, para seguir sosteniendo que otro mundo es posible.

15 abril, 2014
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