Casi en todos los procesos políticos que intentan transformar el status quo existe una polarización en el ámbito social, fenómeno que naturalmente se expresa a través del lenguaje, la disputa del sentido viene llena de adjetivaciones al otro, nombres y definiciones que intentan e etiquetar lo que existe fuera del ‘’uno’’.
Un ejemplo muy añejado y doloroso fue el mote que los simpatizantes de la Revolución Cubana usaron para referirse al triste exilio de Miami, ‘’gusanos’’ fue el término muchas veces estigmatizante que tuvieron que cargar los opositores a Fidel Castro, que en casos como el de Luis Posada Carriles o Marco Rubio hasta podría sonar generoso, por su parte en México la clase media aspiraciones comenzó a nombrar a los críticos del neoliberalismo como ‘’chairos’’, en Argentina la dicotomía social le adhiere el de ‘’gorila’’ a los nostálgicos de los gobiernos militares.
El caso venezolano quizá uno de los procesos donde la polarización social es más alta, el mote que recibe el cuadro opositor al chavismo es el de ‘’escuálido’’, término utilizado por Hugo Chávez en el año 2001 en su programa semanal, Aló Presidente, donde se mofaba de la poca capacidad de movilización política del movimiento opositor a su gobierno, a raíz de esa alocución, lideres intentaron desmarcarse del término sin éxito.
Hoy, Juan Guaidó, debería de autoproclamarse Rey de los Escuálidos, pues su figura y movimiento cada día se parece más a aquellos días en que Chávez atinó a ponerles el mote que hoy llevan, el diputado después del ridiculo cada día recibe más críticas de sus propios seguidores, prometió lo que algunos llaman ‘’el síndrome escuálido’’ caracterizado por prometer lo que no se puede cumplir, llamar a protestas sin tener respuesta, y orquesta un simulacro de una acción definitiva para derrocar a Maduro.
Juan Guaidó el flamante ‘’presidente encargado’’, hoy más escuálido que nunca saluda a la nada.