Morelia, Michoacán. Pronto llegarán los días en que los demagogos compren el dolor de los necesitados con 20 monedas de cobre y de níquel y que, con ello, hagan sorna del resentimiento acumulado de aquellos que alguna vez lucharon por una vida mejor. En todos los medios de comunicación escucharemos al merolico popular pregonando: ¡pase, pase, estimado pordiosero, aquí tiene su gorra, una camiseta electorera bellamente estampada y un valde para que se olvide de su seguridad! ¡pase, pase, caballero, dama, aquí lo separamos de la humanidad y por unas monedas pisotearemos su dignidad!
Día de Muertos, Navidad, los Reyes y de ahí pa´l real todo será fiesta demagógica y plenitud electoral.
¿A quién le importa la educación? –ellos no son institucionales- se escuchará gritar
¿Quieren democracia? – ¡Estamos en México!- penetrarán por el reverso de las redes sociales
¿Reducción del presupuesto a los ladrones y vividores del erario público -¡por favor, tráguense su resentimiento y vengan por su bolsa de mandado y sus frijoles con gorgojo para que al menos tengan unos días algo para cocinar!
A partir de ahora veremos en plenitud la reforma educativa y su dilecta pedagogía para ocultar verdades y complacer a la iniciativa privada en la distribución del presupuesto electoral. Eso sí, que los maestros hagan su desmadre en otro rincón porque a partir de ahora los espacios públicos y las cuevas de ladrones estarán protegidas por todos los órganos de seguridad pública y contra popular.
Puedo imaginar a los gobernantes y funcionarios federales decir, con el patriotismo a todo pecho, que quienes crean en una democracia verdadera que dialoguen con los grupos antimotines y otras corporaciones policiacas especializadas en esparcir terror disfrazado de nacionalismo, orden y progreso neoliberal.
Algún día comprenderemos que México no es un país pobre, aunque la mayoría de sus habitantes sea orillada a vivir en la pobreza por gracia de la clase política que se llena los bolsillos con dinero del erario público, y con la complicidad de algunos empresarios para desviar fondos destinados a programas sociales compensatorios y la infraestructura civil, ya sea entregando obras mal hechas, de baja calidad o duplicando el presupuesto original para su ejecución.
La pobreza en México tiene origen gubernamental y no está vinculada ni con los recursos naturales ni con la educación de la población: un alto porcentaje de los egresados de las instituciones de educación superior no ejercen su profesión porque nuestra planta industrial es manufacturera, porque la tecnificación del campo solamente considera a las grandes empresas agrícolas, porque ahora las nuevas empresas extranjeras llegan con sus técnicos; porque la pobreza es el mecanismo más apropiado para conseguir mano de obra barata y sumisa, (esto incrementa la plusvalía y la ganancia), pues se ha difundido la idea de que vale más un pobre vivo que un muerto de hambre.
No es gratuito que, ante este panorama, para otra parte de los mexicanos la mejor salida es el narcodesarrollo regional.
Por todo esto, es obligado reconocer que mucho más importante que la reconstrucción de la infraestructura habitacional después de los temblores de septiembre, es la reconstrucción nacional a través de la recuperación de la confianza en las instituciones de gobierno, en la revaloración de los principios de la democracia, y en el reconocimiento de la necesidad de abatir la discriminación en lo que se refiere a las identidades multiculturales que configuran el territorio nacional.
En este punto juega un papel central la educación y sus actores directos, así como la llamada sociedad civil.
El tema de los partidos políticos y su voracidad presupuestal, así como su tendencia, que a estas alturas del siglo parece natural, a la corrupción, se cuece aparte.