Cesar Vázquez / @LetraMia
Morelia, Michoacán.- Lo mejor que se espera de un diputado es el acercamiento con los grupos sociales, con comités ciudadanos que identifican vacíos legales y proponen cómo enriquecer la legislación para la organización y el crecimiento social, actos que venía realizando Salvador Galván Infante.
Se convierte en alta traición cuando se escucha a los ciudadanos pero quien legisla termine haciendo exactamente lo contrario de lo acordado, así lo hizo este diputado michoacano.
Fue tanta su hipocresía al sentarse en las mesas de trabajo con el Comité Ciudadano para el Trato Ético de los Animales (CCTEA), que éste grupo no identificó que se trataba de un ardid manejado más allá de la inteligencia del diputado, éste solo sirvió como peón de la mano que le mueve los hilos.
Antes de aprobar el decreto por el que el Congreso Estatal declaró que la charrería y las fiestas taurinas son ahora patrimonio cultural intangible de Michoacán, Salvador Galván, como integrante de las comisiones de Cultura y Artes, y la de Desarrollo sustentable y Medio Ambiente, había promovido avances para detener el maltrato físico a los animales.
La activista social Rosario Herrera Guido, asegura que ellos como defensores de los animales, estuvieron en la oficina de Salvador Galván con una agenda acordada, era muy precisa, buscaban la Ley de Bienestar Animal para que la reforma que se hizo al Código Penal de Michoacán tuviera un respaldo con una fiscalía especial, con un bufete jurídico para presentar las quejas y una fiscalía especial.
“El acuerdo al que llegamos con el diputado era que por un lado se aprobaría la Ley de Bienestar Animal, pero por ahora no podían renunciar a que continuaran las fiestas taurinas porque se perderían muchos empleos y otras cosas lo que ocasionaría un deteriorar la economía”.
“Pero nos manifestó, y así lo aceptamos, que habría un segundo momento: que no se permitiría el ingreso a las corridas de toros a menores de edad hasta que tuvieran capacidad de decidir; todo estaba pactado y seguíamos trabajando, pero la aprobación de este decreto fue un albazo jurídico y legislativo”, denunció la activista.
En la historia universal hay muchos casos de verdadera atrocidad cometidos por comandantes de guerra o conquistadores, calculados con entera frialdad y considerados de verdadera atrocidad, pero luego a través del tiempo se convierten en estrategias militares sorprendentes, incluso hay best sellers de estas hazañas, como ‘El Arte de la Guerra’ o ‘El Príncipe’.
Podemos recordar también la casi olvidado acontecimiento de Napoleón Bonaparte, que teniendo lleno un barco de prisioneros de guerra, ordenó decapitarlos uno a uno por el simple hecho de que eran cerca de tres mil bocas que tendría que atender, alimento que a la postre impactaría en su propio ejército al disminuir las raciones de comida. Aún después de tantos años se sigue discutiendo si fue o no una buena estrategia de guerra.
Pero lo que hizo Salvador Galván no se puede considerar resultado de la astucia y la estrategia, no tuvo los pantalones suficientes para decirle al Comité Ciudadano que él era su enemigo, los llamó a trabajar, los sentó a la mesa, les dio señales de que era un legislador ciudadano.
Pero cuando parecía que los convencía aprovechó el descuido y emulando a un matador de toros, el médico veterinario clavó la espada sobre sus espaldas para luego correr a refugiarse en las barreras que hay instaladas desde donde despacha el Presidente de la Mesa directiva del Congreso.
La enfermedad de Salvador Galván
La culpa del actuar del diputado priista no la tiene él, es de sus padres. Si se le pregunta ¿a qué edad recuerda que fue usted a ver una lidia de toros? Galván responde: “a los diez años”.
¡Mentira! Responde Rosario Herrera, “lo llevaron de mamila, fue confundido entre la tradición de sus padres y la crueldad real; le inyectaron en la médula de los huesos la tradición por la fiesta taurina”.