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María de la Luz y la defensa de la identidad purépecha en EUA

Morelia, Michoacán.- Cuando en 1997 María de la Luz cruzó la frontera y llegó a Chicago, su único idioma era el purépecha, tenía 22 años y para ella el español y el inglés eran mundos desconocidos. Jamás imaginó entonces que su lengua y la música serían motivo de defensa de identidad y vida para ella, su familia y comunidad en tierras estadounidenses, en donde la mayoría de los migrantes buscan pasar desapercibidos frente a la discriminación, la persecución y la estigmatización.

María de la Luz Márquez, es originaria de Cheranástico, municipio de Paracho, a finales del siglo pasado llegó a Estados Unidos para reunirse con su marido Erasmo con quien se casó cuando tenía 14 años de edad. Desde el 2001 no ha vuelto a pisar tierras michoacanas.

“Estamos lejos y donde quiera que vayamos, donde quiera que estemos, siempre vamos a tener nuestra sangre, nuestra cultura, por eso no me da vergüenza hablar purépecha, vestirme como me visto, porque así lo que quiso el creador, si no, él me hubiera hecho china, japonesa o güera, pero él quiso que yo fuera purépecha y yo lo siento con orgullo”.

Se estima que en Estados Unidos habitan 120 mil purépechas, esto según datos consignados en el estudio “La diáspora transnacional purépecha en Estados Unidos”, de Casimiro Leco Tomás, del Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales (ININEE) de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

María de la Luz cruzó la frontera con una visa y una credencial de elector prestada, vieron que se pareciera a la titular de los documentos y así la pasaron; “yo traía el pelo tan largo y me lo cortaron hasta acá arriba, me enchinaron, me maquillaron, y pues todo diferente, yo no estoy acostumbrada a eso, tengo muchos años aquí y todavía no me puedo acostumbrar.

Me dijeron, aquí en lugar de esconderte o correr, al contrario, tienes que ponerte enfrente del de la inmigración, mirarlo a los ojos y enseñarle la visa y ya, y pues pasé, lo miré y no me dijo nada, así que pasé y desde entonces ya estoy aquí”.

En su artículo “Pandilleros indígenas: el caso de la comunidad purépecha de Angahuan”, Berenice Guevara Sánchez de la Universidad de Guadalajara, consigna que en Michoacán emigran cerca de cien mil indígenas al año, 70 por ciento de éstos se encuentran bajo una migración ilegal.

Con el purépecha como su única herramienta para comunicarse, María de la Luz tuvo que empezar a salir en Chicago y aprender español e inglés para poder relacionarse, primero con sus vecinos.

“Con ellos empecé a hablar un poquito más de español, yo veía que ellos no se reían cuando yo hablaba, cada palabra nueva que escuchaba empecé a preguntar, y no se reían, entonces dije, puedo seguir aprendiendo español, y así es que empecé a buscar trabajo”.

María de la Luz se empleó de inicio en una tienda departamental llamada Dominick’s, “nadie hablaba en español, puro inglés, puros güeros, pero a mí se me hacía lo mismo porque no sabía ni español ni inglés, me hacía entender como podía y a la gente le caía bien, yo me divertía”.

“En mi casa siempre se habló purépecha, así nos enseñaron mi papá y mi mamá, todos somos purépechas. En ese tiempo los purépechas teníamos una creencia, mi mamá me decía, eres mujer, no puedes salir del pueblo, no puedes estudiar.

Me acuerdo que me encantaba ver a mi papá tocar la guitarra, en una ocasión la agarré y mi mamá me descubrió, me golpeó y me dijo, no hija, tú no puedes agarrar la guitarra, no puedes tocarla porque eres mujer, la música es para hombres”, recuerda María de la Luz.

Fue hasta que llegó a Estados Unidos cuando volvió a reencontrarse con la guitarra, durante una visita que les hizo un tío que la toca y a quien prácticamente le lloró para que se la dejara. Desde entonces no la soltó.

Ya con su guitarra en mano, empezó a tocar y cantar en purépecha en la iglesia de San Juan a invitación del párroco del lugar y empezó a hacerse cargo del Coro.

Luego la invitaron al coro de la iglesia de Santa María en donde conoció a una filipina que hablaba español y con la que acabaron por hacerse amigas.

“Ella me dijo que íbamos a tocar juntas, y empieza diciendo que tocara en tal o cual tono, pero yo no sabía mucho, nada más con lo que veía, aunque yo muy segura ya había formado mi coro y todo. Finalmente le dije la mera verdad yo no sé señora Briones, yo no conozco de música, yo toco mi guitarra pero a lo que yo veía nada más, usted me dice que toque en sol o do, pero yo sé muy poquitos tonos”. Finalmente su amiga, que era maestra de música, acabó por darle clases para que aprendiera.

Cuando trabajaba de cajera, María de la Luz tuvo en claro la importancia de defender su lengua y su identidad. Para ello el azar jugó sus cartas.

“Una mujer de Arantepacua estaba comprando su mandado, yo la saludé y le hablé en purépecha y ella me respondió igual, le pregunté que si iba a hacer caldo de res y tamales y le dije que no llevaba cilantro.

En la fila había un muchacho de Zinapécuaro que nos escuchó y cuando llegó a pagar me acusó de ser mentirosa, según él yo no era de Michoacán porque lo que estaba hablando se oía como lo que hablan los de Oaxaca, le respondí que era michoacana y que estaba hablando mi lengua, el purépecha, y él insistió con que mentía, que a él en la escuela le habían enseñado que los purépechas ya no existen, que habían muerto. Yo le dije, pues aquí estamos, lo siento mucho, no nos maten todavía, y eso me dolió tanto que dije, no es justo que haya gente que piense así”.

En Chicago la Federación de Clubes Michoacanos en Illinos, cuenta con un espacio de atención denominado Casa Michoacán. Una vez que María de la Luz fue con una prima a realizar algunos trámites, la recepcionista se sorprendió al oírlas hablar en purépecha, empezaron a charlar y salió a cuento que María de la Luz cantaba en Purépecha. Una semana después recibió una invitación para lo que sería su primer concierto.

“Fui y canté unas pirekuas y luego regresé, primero eran 15 minutos, luego una hora, y así fue creciendo. A mí me daba mucha pena, la gente se te queda mirando a ti nomás cuando tocas y cantas, entonces dije, pues tengo a mi niña chiquita y a mi sobrina, las visto con nuestros trajes típicos y que bailen, yo tocaba y cantaba y ellas bailaban, la gente aplaudía, ahí empezó la danza”.

De esta manera, la tarea de María de la Luz en la difusión del purépecha, las pirekuas y las danzas empezó a consolidarse. Diferentes organizaciones la buscaban para que les hablara de su cultura, para escuchar el purépecha.

En la iglesia en la que aún toca y está encargada del coro, llegaban peregrinaciones de estudiantes universitarios a las que el párroco les decía que los purépechas existían, les hablaba de sus festividades y de los bailes en honor a la virgen, “yo pensaba y decía, pues sí es cierto, aquí estamos”.

A la labor de María de la Luz acabaron por sumarse su esposo Erasmo, su hija y sus sobrinas. Han dado charlas en la Universidad de Chicago, el campus de la UNAM que está también en esa ciudad, en Indianápolis, entre otros lugares.
Asimismo forma parte del Club Migrante Purhépecha Jarhojpiti, con el que han realizado diferentes acciones para allegar recursos para la construcción de obras en Cheranástico, su tierra de origen.

Este año, medios de comunicación en Estados Unidos, darían cuenta de la participación de María de la Liz junto con miembros de la comunidad purépecha, voluntarios y organizadores comunitarios de Casa Michoacán para sensibilizar sobre la importancia del Censo 2020 en ese lugar.

El trabajo en defensa realizado por María de la Luz, ha fortalecido el reconocimiento de la identidad purépecha en Chicago, en donde ya las fiestas tradicionales se festejan conforme a sus usos y costumbres, y en donde vestir calzón y camisa de manta, huaraches, rebozo, faldón, blusa bordada y delantal, es vestir de gala.

“Me emociona esto que hemos hecho, me emociona que haya jóvenes que me busquen porque quieren aprender purépecha, que quieran retomar su cultura, y que ya no les de pena ser lo que son, eso me emociona”, remata María de la Luz.

29 diciembre, 2020
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