Camila Luna / @Charkovsky3_0
Morelia, Michoacán.- Hoy Fausto Vallejo Figueroa es un gobernador que no gobierna. No obstante, no lo ha hecho desde el 23 de abril del 2013, cuando por motivos de salud solicitó por primera vez separarse del cargo.
En medio de este contexto, la crisis de seguridad que atraviesa Michoacán, desnudó la ingobernabilidad agudizada por sus reiteradas ausencias, las pocas determinaciones y su tardío reconocimiento que solo no podía enfrentar los problemas sociales, políticos y económicos que enfrenta la entidad.
Ya sea por problemas de salud o por la intervención del gobierno federal para hacer frente a la problemática de Michoacán, las decisiones más relevantes de esta entidad han recaído en otras manos y no precisamente en las del gobernador electo.
El 15 febrero de 2012, Vallejo tomó posesión del cargo como gobernador electo de Michoacán, sin embargo, abandonó pronto su mandato por problemas de salud, tras solicitar licencias en dos ocasiones separándose de su cargo por más seis meses.
En febrero del 2013, Vallejo Figueroa ya figuraba poco en la administración estatal. Tras su primer informe de gobierno, el mandatario solicitó al Congreso del Estado licencia a partir del 23 de abril, luego el 21 de julio del mismo año, extendió su permiso hasta el 22 de octubre que notificó su regreso. Incluso en más de una ocasión se hizo presente en eventos públicos a través de mensajes en video.
Una vez alejado de la vida pública, el sucesor temporal de Vallejo, Jesús Reyna García hizo cambios en las secretarías y dependencias estatales de mayor importancia e inició las primeras gestiones con el gobierno federal en miras de atraer su atención ante la problemática del estado.
Sin embargo, los trabajos e intenciones del gobernador interino se quedaron a medias con el forzado regreso de Vallejo a sus funciones, quien a pesar de haberse sometido a un trasplante de hígado se aferró al poder y al mandato.
A su regreso, Fausto Vallejo se enfrentó con un panorama crítico de Michoacán, los grupos de autodefensa que se extendieron rápidamente y el crimen organizado cruzaban fuego y libraban una batalla por el territorio de cara a la inmovilidad del estado para intervenir y garantizar la seguridad.
En medio de los primeros días del retorno de Fausto Vallejo, en octubre de 2013, el ambiente que retaba a Michoacán atravesaba su peor crisis, y aunque el mandatario reiteraba que todo estaba bajo control y “la violencia estaba focalizada” los hechos dejaban claro que la disputa entre autodefensas y el crimen organizado ya era imparable.
Ante ese contexto y ante la ola de violencia recrudecida a inicios de 2014 en la Tierra Caliente donde fueron incendiadas decenas de vehículos, diversos establecimientos comerciales y la presidencia municipal de Apatzingán, Vallejo solicitó intervención directa de la Federación para controlar la caótica situación que ya había sobrepasado a la autoridad estatal.
Tras la petición de apoyo, el gobierno federal nombró el pasado 13 de enero a Alfredo Castillo como comisionado de Seguridad y Desarrollo Integral, quien a su llegada realizó cambios en el organigrama de la secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría General de Justicia del Estado.
Esto, pese a que Fausto Vallejo había asegurado horas antes que no habría movimientos en el Gabinete; con lo que quedó demostrado que una vez más el gobernador ha quedado fuera de las determinaciones para Michoacán y por un periodo aún indeterminado.
“No soy un títere, ni un pelele” aludió Fausto Vallejo cuando trató de rechazar que las decisiones de la Federación estaban muy por encima de las suyas y que lo habían hecho a un lado.
Y muy a pesar del cuatro veces alcalde de Morelia, la Federación omitió especificar hasta cuando lo mantendrán como un gobernador de adorno, muerto políticamente pero que sirve de argumento legal, para sostener la endeble figura de autoridad, aunque desde hace mucho ya no gobierna.