Camila Luna / @Charkovsky3_0
Morelia, Michoacán.- “Michoacán todo mal” es la frase que describe desde todos los ámbitos el segundo año de un estado “sin gobierno”, con -importantes- ausencias políticas y un territorio sumergido en la guerra entre el crimen organizado y los grupos de autodefensas que ha cobrado en el último año centenares de vidas.
Ante este escenario, Fausto Vallejo Figueroa, el gobernador desplazado por la Federación y colocado como figura decorativa sin voz ni voto, rinde por segunda ocasión su informe de actividades al frente del Ejecutivo, del que se mantuvo ausente más de seis meses por motivos de salud.
El 14 de febrero del 2013, el gobernador emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), rindió su primer informe de gobierno en medio de un entramado de dudas en torno a su estado de salud y su posible renuncia.
Afuera del Palacio Legislativo, miembros de diversas organizaciones se manifestaron ese día, mientras adentro del recinto Fausto Vallejo se limitó a culpar a la administración anterior de la deuda estatal y los conflictos sociales, educativos y magisteriales surgidos durante el retorno del PRI a la gubernatura de Michoacán.
Diez días después, en Buenavista Tomatlán y Tepalcatepec se levantan los primeros grupos de autodefensa en Michoacán -que un año más tarde ocupan más de cien comunidades en 20 municipios.
Meses más tarde, en abril, la solicitud para ausentarse hasta por 90 días del cargo como gobernador, oficializaba lo que el aspecto físico de Fausto Vallejo dejaba entre ver desde su candidatura: el mandatario padecía una enfermedad que le impedía gobernar.
Desde entonces, la situación económica, social, y de seguridad en Michoacán registró -hasta esa fecha- su mayor desequilibrio, mismos que durante los próximos meses se agudizaría hasta provocar el desplazamiento del gobierno local por la Federación.
Aún con la presencia de Jesús Reyna, como gobernador interino la estabilidad no se sentía. En el sector educativo, marchas, plantones y dos paros laborales, empañaron los esfuerzos de la Federación y del estado por aplicar la reforma al artículo 3° en Michoacán.
Mientras tanto, en la región de Tierra Caliente, el descontento social pisoteó el discurso oficial del gobierno que insistía en que en Michoacán, todo estaba bajo control.
Así, ante la insurgencia de los pueblos michoacanos y su guerra contra Los Caballeros Templarios, la federación anunció una estrategia de seguridad que desplegó a miles de policías federales y elementos militares en el territorio de conflicto, sin que esto arrojara resultados positivos por lo que la estrategia fuera considerada un rotundo fracaso.
En medio de un escenario donde la inseguridad y violencia habían sobrepasado a toda autoridad y donde las víctimas caían sin distingos, Fausto Vallejo anunció su regreso en los últimos días del mes de octubre, asegurando que gozaba de buena salud tras someterse a un trasplante de hígado en Estados Unidos.
Tras su cuestionado retorno, las cosas no fueron sencillas para Vallejo. Más allá de las dudas de la oposición en torno a su verdadera condición de salud, la situación de violencia, los asesinatos, los ataques a las Fuerzas Federales y los levantamientos en armas de más municipios ya eran imparables.
El mandatario reconoció que el estado ya no tenía capacidad para atacar a los criminales ni para garantizar la seguridad de quienes demandaban paz y justicia en la Tierra Caliente.
Fue así, que la Federación anunció una nueva estrategia de seguridad para Michoacán en la que además de mantener el control de la seguridad en los municipios, se designó a un comisionado: Alfredo Castillo Cervantes.
Con este nombramiento, devinieron otra serie de cambios en la Secretaría de Seguridad Pública y en la Procuraduría General de Justicia del Estado, donde los titulares fueron relevados por personal designado desde la federación.
Así mismo, cada secretaría y dependencia federal tendrá que designar a un representante que vigilará las labores de su dependencia en Michoacán, por lo que ahora, Fausto Vallejo, su gabinete y su gobierno quedaron en segundo plano, fungiendo más como un adorno o figura decorativa, que como un ente capaz tomar decisiones y de regir un estado.
De esta manera, las intenciones de Fausto Vallejo por gobernar en Michoacán se ven nuevamente truncadas.