En México los conocidos mapaches electorales han dejado de serlo para mutar a operadores políticos, los que si bien en espíritu mantienen la misma esencia, han perfeccionado sus prácticas e incluso se valen de la propia ley para poder burlarla.
Incluso ellos mismos reconocen su mutación, basta recordar el episodio protagonizado en marzo pasado por el exdirigente municipal del PRI, Mario Tzintzún Rascón cuando previo a señalar que harían todo por ganar, “desde pegar un botón, hasta matar un cabrón”, refirió que antes se les conocía por mapaches, y ahora como operadores políticos.
En la mapachería u operación política se vale de todo para allegarse de votos, la cooptación como herramienta, el rumor, la difamación, el uso de los recursos públicos como un elemento asiduo en estas prácticas.
Ahora la alquimia electoral hace uso de las redes sociales para desplegarse, y son invertidos millones de pesos para incidir vía comerciales, mensajes difamatorios, rumores o aletas falsas para orientar el voto de los ciudadanos.
Recientemente el escándalo detonado con el caso de la empresa Cambridge Analytica es prueba de ello; a través del Facebook la empresa recolectaba sin consentimiento de los usuarios sus datos privados y a partir de ello orientaba sus preferencias electorales.
El caso evidenciaría la manera en que se operó en la campaña del actual presidente Estadounidense, Donald Trump. En el caso de México los reportes periodísticos señalaron que la firma fue contratada por el PAN y el PRI para operar campañas, esto a partir de los registros públicos del Instituto Nacional Electoral.
En el caso del día de la jornada electoral, la mapachería tiene una larga tradición en nuestro país, en donde ha mostrado sus diferentes facetas, a veces bélica a punta de pistola, y en ocasiones de manera púdica tras bambalinas.
Algunas de la andanzas de los mapaches electorales figuran como leyendas urbanas, historias que se comentan en voz baja y que públicamente nadie se atreve a dar por ciertas, baste recordar aquellas narraciones que se hacían sobre el proceso comicial local del 2011, acerca de que en algunos puntos de la tierra caliente hubo casillas a las que irrumpían hombres armados, que a punta de AK-47 amagaban el voto a favor de algún candidato en particular, o simplemente asumían ellos la votación cuidando que en papel cuadrara con la legalidad para no propiciar la nulidad.
Mismas historias se conocieron en Michoacán en el proceso electoral de 2015, en donde incluso existen versiones de manipulación de votos por parte de autoridades electorales en sus propias oficinas. Pero todo ello se queda en aquello que se cuenta pero es “difícilmente comprobable”-
Hay prácticas “mapachiles” con las que la población está ampliamente familiarizada por ser comunes, y que a lo largo de los años lo único que se ha hecho es perfeccionarlas y adecuarlas a las exigencias de la realidad.
Uno de los clásicos y siempre efectivos es el “acarreo” que, generalmente consistía en que un operador político pasaba a recoger a los electores a un punto específico, los alimentaba, cuidaba y trasladaba hasta la casilla, a cambio del voto por su partido.
Con el paso del tiempo el acarreo ha sufrido cambios sutiles, por ejemplo, ahora ya ni siquiera se precisa darles de comer a los electores movilizados, basta con una promesa a futuro de ser beneficiario de algún programa social, o de la construcción de alguna obra. La lógica de la fe y la esperanza es también redituable.
El acarreo nunca es despreciado por los partidos y es efectivo el día de la jornada comicial, eso sí, procurando que el despliegue de votantes sea a una distancia razonable de las casillas procurando discreción.
Y para el acarreo los partidos y actores políticos siempre tienen alguna justificación, basta recordar el evento de arranque de campaña en Morelia de los candidatos al senado de la Coalición Por México al Frente, donde frente a la cantidad de camiones que inundaron las calles aledañas del centro histórico, argumentaron que era la propia gente la que se organizaban para contratarlos y acudir a los eventos.
La “operación carnitas” generalmente es compañera del acarreo, en la que se suministra este tipo de alimento a los ciudadanos movilizados para tenerlos a gusto, bien dice el dicho que a “barriga llena, corazón contento” y voto seguro.
La “operación carnitas” tiene otra vertiente, y es que el día de la jornada comicial, el representante de un partido político invita a los de los otros a comer cerca del lugar, esto a fin de distraerlos de sus funciones para que en esos momentos arriben a la casilla otros operadores a implementar alguna otra estrategia.
El de “cargada” es otro de los conceptos previstos en el glosario “mapachil”, por un lado se trata cuando hay una orden expresa de apoyar a un candidato en específico, y hacía él se moviliza al mayor número de electores posibles. Esto se observa frecuentemente en los procesos internos de los partidos políticos.
Sin embargo la cargada también se aplica en otra vertiente y se da durante el día de la jornada electoral en las llamadas casillas especiales, hacia donde los partidos movilizan desde temprana hora a sus votantes para agotar a su favor el número de boletas previstas.
Durante las elecciones es común observar la saturación de las llamadas casillas especiales desde el inicio de la jornada, en donde incluso se echa mano de los elementos de las fuerzas de seguridad.
Otra práctica es la compra de credenciales, a través de la cual los partidos “adquieren” las micas de aquellos electores que no les son afines o bien que militan en algún otro partido. Durante el proceso comicial de 2012 fueron frecuentes los señalamientos del PRI y PRD en contra del PAN por esta acción, y las cifras que se manejaban eran entre 500 y mil 500 pesos por persona.
Recabar credenciales es práctica común. Para este proceso electoral se ha reportado que en la estructura del gobierno del estado, a los empleados de confianza se les ha condicionado la permanencia en su trabajo a cambio de juntar por cabeza diez credenciales de elector; incluso hay a quienes se les ha ordenado bajo la mima premisa realizar brigadeo en las colonias populares para lograr la captación de votos a favor de los candidatos del PRD y de la coalición Por México al Frente.
La urna embarazada es otro de los “clásicos” mapacheriles, y consiste en la técnica mediante la cual un elector, discretamente inserta en la urna un fajo de boletas previamente tachadas a favor de un candidato. Durante el cómputo de los resultados electorales los partidos han denunciado paquetes electorales con mayor número de boletas que las previstas por sección.
Para embarazar la urna se hace uso de otra técnica clásica, la de “el tamal” o “el taco”, en donde en una boleta electoral doblada se meten más de éstas, para que, al momento de depositarla vaya bien servida.
La “catafixia” es una modalidad más, en ella la discreción es uno de los elementos claves. Ahí los partidos instrumentan puntos específicos de operación, hasta donde llegan los electorales a quienes se les entrega una boleta previamente tachada a fin de que, una vez que acuda a la casilla deposite la papeleta que se le entregó en la urna, conservando la que los funcionarios de casilla le entregaron en blanco. Posteriormente dicha boleta se le entrega al operador partidista quien hace el pago acordado previamente con el elector. La operación se repite durante toda la jornada comicial.
Una modalidad de la catafixia, se da con el uso de la tecnología, ahí el elector en la privacidad de la mampara electoral, al momento de tachar su boleta le toma discretamente una foto a la boleta con su teléfono celular, y posteriormente lleva la imagen como prueba para recibir su pago ante el mapache partidista.
Otra práctica de más reciente aplicación es la “mesa que más aplauda”, en donde los mapaches cooptan a los funcionarios de las mesas directivas de casilla para que operen a su favor, con lo que se ahorran la aplicación de otras estrategias. Esto también aplica para el caso de los funcionarios de los organismos electorales.
El carrusel era otro de los clásicos, sin embargo, éste ha mutado debido a los candados en la legislación electoral. Con él los mapaches se enfocaban a trasladar a un grupo de electores para que votara en diferentes casillas varias veces.
Ahora el carrusel se enfoca sólo al traslado de votantes a las casillas en que les correspondía sufragar, para garantizar que la distancia no sea impedimento para que voten.
Así, en mayor o menor medida los partidos políticos echan mano del mapachismo electoral para operar durante la jornada comicial, los efectos a su favor son diversos según la posición obtenida, pero todos burlando la norma y lo que se presupone como la esencia de una elección, el elegir de manera secreta y libre a los representantes populares.