“¡Goooooya, gooooya, cachun cachun ra ra ra, Universidad!”, sonó alto el grito. No venía de una voz, era el grito de una multitud que ingresaba a la Avenida Madero de esta ciudad de las marchas, aunque ésta al menos por las consignas, auguraba ser una marcha diferente.
El motivo: la rabia por el crimen de un compañero de aula, un amigo o un referente que de las noticias pasó a plantarse entre la comunidad estudiantil de la Escuela Nacional de Educación Especial (ENES) del Campus Morelia de la UNAM. Como lo señaló la Asamblea Estudiantil conformada a partir del trágico suceso:
“Lamentablemente, hizo falta enfrentar de cerca una situación atroz para darnos cuenta que en nosotros recae la responsabilidad de cambiar las cosas”.
Jóvenes, jóvenes y más jóvenes empezaban a reunirse en el acceso al palacio de Justicia “José María Morelos”, sede del Poder Judicial sobre la Avenida La Huerta. Era el punto acordado para iniciar la marcha. Los primero que llegaron pintaban lemas en cartulinas.
Había nerviosismo. En algunos, era su primera actividad en este tipo de movilizaciones. “Vamos a cuidarnos entre todos, la comisión de seguridad está al pendiente, pero necesitamos que no hagan caso a las provocaciones, a los infiltrados, no hagamos caso a los que nos griten o quieran que caigamos en el insulto, en la ofensa, todos a cuidarnos”, decía una estudiante. Algunos maestros estaban presentes para acompañar a los estudiantes, ninguna autoridad formal de la UNAM en el lugar.
“Un grupo de normalistas están aquí como apoyo”, decía el joven en el megáfono y se despertaba el grito: “Ése apoyo si se ve”.
En un primer intento, y a la voz de una de las jóvenes integrantes de la Asamblea Estudiantil, hay un primer arranque del contingente, que no pasa de apostarse sobre la avenida La Huerta, pero ahí se detiene casi que de inmediato. Hay que esperar que se desactive un operativo en el cruce de la Madero y el Obelisco a Lázaro Cárdenas que resguarda excesivamente el acto oficial por el Día de los Niños Héroes. Ahí, transcurren alrededor de 20 minutos en los que se ensayan y escuchan las primeras consignas.
Finalmente, ya con el apoyo de oficiales de Vialidad, una vez desactivado el cerco policial que cuidaba a los funcionarios en la explanada dedicada a los cadetes de Chapultepec, la marcha inicia su paso, un paso tranquilo a fuerza de gritos indignados, con rabia, donde en ningún momento se deja de aludir al motivo de la condena: “Todos somos Gustavo”.
La cabeza del contingente asoma la cabeza al doblar hacia la Madero. Ahí el primer “¡Goooya…!”, mientras otra marcha –de padres de familia que piden el pago de becas-, se cruza con la de los jóvenes y los gritos de ambas partes se cruzan: “¡Ése apoyo si se ve!”. Una primer parada se realiza frente al Seguro Social, donde se lee el pronunciamiento de la Asamblea Estudiantil de la ENES condenando el crimen de Gustavo.
No faltan en el transcurso de la movilización los recordatorios permanentes a los comunicadores: “Prensa vendida, cuéntanos bien…”. Causa extrañeza el tono de algunas consignas –“Estudiantes sí señor, de lo bueno lo mejor”, para quienes acostumbrados a escucharlas por las calles de la ciudad, siempre oímos las relativas a la CNTE, a la Universidad Michoacana, a las que aluden a “educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués”.
Pero aquí hay rabia, coraje, la causa que no se olvida para gritar “Gustavo, Gustavo, no es un caso aislado”, o “Por qué, por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina”. Aplausos no uniformes al invitar al “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir”, al igual que con el de “Lucha lucha lucha, no dejes de luchar por un gobierno obrero, campesino y popular”, que se desinfla sobre todo en el estribillo final.
“Les hizo falta el curso con la CNTE o con la Coordinadora de Universitarios en Lucha”, chancea el grupo de reporteros y fotógrafos que acompaña al contingente.
Impresiona el paso de la marcha, ya ocupando por completo toda la avenida Madero. Impresiona el silencio que se hace del contingente caminando, pero sin que se escuche nada, solo el silencio que pesa desde el cruce con Quintana Roo hasta el Mercado de Dulces.
Una cuadra después, ya frente al Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo, la Prepa 1 de la Universidad Michoacana, el contingente se detiene. Bajan las mantas grandes y las doblan. Todos adoptan la posición de estar en el punto de salida y al conteo de “Diez, nueve, ocho…”, salen disparados en tropel hasta alcanzar al fin el corazón del Centro Histórico.
Frente a la puerta centenaria de Palacio de Gobierno, que ha sufrido los embates de otros marchistas, aparte de leer el pronunciamiento y las exigencias a las autoridades, varios jóvenes toman la palabra para aludir al asesinato de su compañero.
La noticia de la muerte de Gustavo fue, leyó un joven, “el despojo de un aliento”, para terminar con una pregunta fulminante: “¿Quién se cree Dios o la Parca para tomar la vida de otros?”.
Otro estudiante que también lee lo apuntado en su cuaderno: “Silenciosamente cargamos a cuestas muchas cosas sobre la violencia”.
Una joven habla de la necesidad de entender que se enfrentan tiempos difíciles en México. Su padre fue secuestrado por la policía y como ella, dice, hay muchos “que compartimos situaciones parecidas”. “Es tiempo de hacer la comunidad ENES”, plantea y cuestiona otro: “Que no sólo nos conozcan por nuestros memes”.
Y otro: “Tenemos que replantear cómo queremos que nos gobiernen, cómo somos gobernados“.
Otro habla de “la guerra contra el pueblo, disfrazada de guerra contra el narco”. Llama a que el próximo viernes 22, asistan a un foro en la ENES para mantener la reflexión sobre el clima de inseguridad pública y los riesgos para un sector vulnerable como lo son los jóvenes.
Ya ante el Congreso, la tentación es enorme y los índices apuntan hacia la fachada de la antigua Casona de los Anzorena: “¡Ésos son, ésos son los que chingan a la nación!”. Se apresta a ingresar una comisión.
Pareciera que todo acabó, pero no, ahí permanece el contingente con sus gritos, con un Gustavo mil veces repetido y el lema de una de las pancartas como rúbrica: “No queremos armas, queremos alas”.