El pasado 5 de enero Gerhald Acosta fue trabajar como todos los días a la planta de celulosa Montes del Plata, ubicada sobre el río Uruguay, en el suroeste del país, pero al llegar le indicaron que como su documento de identidad estaba vencido ese día no podrá ingresar, relató el propio Acosta al diario El Observador.
Un compañero lo llevó hasta la ruta, donde en pleno verano austral el sol castigaba con fuerza, y Acosta comenzó a caminar haciendo autostop con la intención de que alguien lo acercara hasta la ciudad más cercana.
“Caminé un rato y en ese tiempo pasaron unos 25 ó 30 autos y ninguno me paró, cosa que entiendo por cómo está la situación ahora”, en referencia a una mayor inseguridad pública en el país, contó el trabajador al sitio web del periódico.
De pronto, una camioneta con chapa oficial y un auto que venía detrás pararon sobre la ruta, y su conductor le preguntó a dónde iba. “Le conté lo que me pasó y le dije que iba para Juan Lacaze. Me dijo que me podían llevar hasta (la estancia presidencial) Anchorena y que me subiera en la camioneta que estaba adelante. Cuando subí dije: ‘A esta mujer yo la conozco’. Era Lucía (Topolansky, senadora y esposa de Mujica), con la perra Manuela y Pepe venía sentado adelante. No podía creer que el presidente me estaba llevando”, sostuvo.
“El viaje fue corto, pero ellos fueron muy amables. Al bajar les agradecí muchísimo porque no cualquiera ayuda a alguien en la ruta y menos un presidente”, añadió.
“Al final perdí un día en la fábrica pero valió la pena por la experiencia”, concluyó el hombre, cuya historia salió a la luz porque lo contó en Facebook, junto a dos fotos que le tomó dentro del vehículo a la pareja presidencial y el comentario “Los únicos que pararon, unos capos” (genios).
Con un estilo directo, franco y alejado del protocolo, y leyes polémicas como la regulación del mercado de la marihuana, Mujica -que debe dejar el poder el 1 de marzo- se ganó un lugar de privilegio en el mundo que lo llevaron incluso a ser postulado al premio Nobel de la Paz.