Por: Carlos Portillo
En septiembre de 2005, Salinas de Gortari respondía a Denisse Maerker, una y otra vez, como un mantra: “política ficción, política ficción…”, casi como si fundara un dogma que, años después, sus amigos, empleados y socios decidirían obedecer y tratarían de imponer en la opinión pública, sobre todo ante la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia.
De esta manera, la retórica de la oposición se ha convertido en algo muy parecido a un subgénero cinematográfico o literario, como proclamaba “El Innombrable” cuando intentó reaparecer, sin éxito, en el escenario político mexicano. La derecha está empecinada en mentir, sin decir que miente; está obsesionada en practicar el conjuro de su viejo amo: hacer de la política una ficción.
Desde que inició el sexenio actual, los opositores no se han quitado de la boca palabras o frases como “dictadura”, “comunismo”, “autoritarismo”, “reelección”, sin ofrecer ningún sustento teórico y mucho menos evidencias. Política ficción.
A la libertad “de presión” —como diría Galeano—, le han llamado “libertad de expresión”, pues añoran su derecho a la calumnia. Al mandato popular de AMLO, respaldado por el 53% de los votos y una contundente aprobación de su gestión, le han querido cambiar el nombre por “autoritarismo”. A la rancia política de alianzas por debajo del agua, sobornos mediante, la han rebautizado como “democracia” y búsqueda de “contrapesos”. A la redistribución de la riqueza y cualquier esfuerzo para alcanzar justicia y bienestar social, les han acusado de “comunismo”. Política ficción.
Como diría el mismo López Obrador en su famoso discurso contra el desafuero, allá por el 2005, meses antes del conjuro salinista: “Manejan el truco de llamar populismo o paternalismo a lo poco que se destina en beneficio de las mayorías, pero nombran fomento o rescate a lo mucho que se entrega a las minorías rapaces”. Política ficción.
En la desmesura de su visceralidad y odio, los opositores diluyen cada vez más la política y le vierten cada vez más ficción a sus declaraciones, tuits y posicionamientos. “Excesos orwellianos”, le ha llamado Pedro Miguel a su descaro, pues ahora hasta dicen que son “de izquierda” o que Andrés Manuel se hizo un “auto golpe de Estado”. Política ficción.
En su afán de trabajar con la imaginación, más que con los hechos, ofenden a la memoria, deshonran a las víctimas de los golpes de Estado de verdad y de las dictaduras de verdad. Agravian también a los miles de periodistas asesinados o encarcelados durante el régimen anterior. Le faltan al respeto no solo a la realidad, sino a quienes la han sufrido o sangrado. Pero no les importa, su único mantra es: “política ficción, política ficción…”
Lo que pierden de vista o ignoran es que hasta lo ficcional necesita, si no realismo, por lo menos una pizca de verosimilitud en su lógica interna. Tal vez hasta en eso le han fallado a Salinas, su gurú, pues terminaron haciendo política fake, y no política ficción.