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Un estudio con supervivientes de un avión que se quedó sin combustible en mitad del océano nos muestra qué reacciones se producen en el cerebro humano ante una muerte inminente.
El 24 de agosto de 2001 el vuelo 236 de Air Transat, entre Toronto (Canadá) y Lisboa (Portugal), se quedó sin combustible mientras volaba sobre el océano Atlántico debido a una fuga en el motor derecho. Durante 30 minutos, antes de que la aeronave lograra aterrizar en una base militar de una pequeña isla de las Azores, las 306 personas del avión estuvieron seguras de que iban a morir. Sin embargo, todos salieron vivos, en particular su memoria, señala la página Materia.
“Imagine su peor pesadilla. Eso es lo que fue”, cuenta Margaret McKinnon, una de las personas que sobrevivió a la catástrofe. “No fue solo un instante donde tu vida pasa ante tus ojos en una fracción de segundo y después todo acaba”, añade. Según ella, la pavorosa sensación de ‘voy a morir’ duró unos agónicos 30 minutos mientras los sistemas del avión se iban apagando.
La dramática experiencia en el avión le sirvió a McKinnon para convertirse en una investigadora del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias de la Conducta de la Universidad de McMaster (Canadá) y estudiar, junto con sus colegas, la relación entre un evento así con la amenaza de una muerte inminente, el trastorno por estrés traumático (TEPT) y la memoria.
La científica reunió a 15 de los pasajeros del AT236 para ahondar en la tesis de que los eventos dramáticos vividos en primera persona quedan grabados a fuego en la memoria de los que los vivieron, escribe Materia. En primer lugar, le interesaba la relación entre el TEPT y la memoria, ya que algunos estudios sostienen lo contrario: que las experiencias traumáticas provocan un deterioro y parcelación de los recuerdos.
Al comprobar que la mitad de los pasajeros presentaba un cuadro típico de TEPT, reclutó a otros 15 individuos como grupo de control. Ambos grupos tuvieron que realizar una entrevista autobiográfica en la que debían recordar todos los detalles que pudieran de tres eventos personales. Uno de ellos no era traumático y funcionaba como neutral, otro eran sus recuerdos de los atentados del 11-S y el tercero, aquella noche del vuelo en el AT236. En este caso, el grupo de control tenía que rememorar un suceso negativo que hubiera vivido en primera persona el mismo año.
Como resultado, se estableció que los pasajeros del AT236 mostraron una enorme capacidad de memoria episódica, el tipo de memoria relacionada con las experiencias personales, reporta el medio. En comparación con el grupo de control, sus resultados fueron muy superiores: recordaban, más de una década después del accidente, la mayor parte de los 83 detalles seleccionados por los investigadores.
Materia también narra que el equipo de McKinnon comprobó otro fenómeno. Los pasajeros con TEPT se excedían en los detalles, tendían a más a las repeticiones y solían “irse por las ramas”. “Lo que nuestros resultados muestran es que no es tanto lo que pasó, sino a quién le sucedió, lo que puede determinar la aparición del trastorno de estrés postraumático”, concluye uno de los investigadores, el doctor Levine.