Sexualidad


Robots del futuro podrían aprender del sexo para mejorarse a sí mismos

Amy Bellete / Avant Sex

(06 de febrero, 2014).- En una extraordinaria pieza de escritura científica y teoría de conspiración, el novelista e ingeniero de inteligencia artificial, George Zarkadakis, argumenta que el futuro de la evolución de las máquinas podría echar mano de interfaces que repliquen el sexo para mejorarse a sí mismas.

En Por qué el sexo podría ser el futuro de la vida en la Tierra, publicado en el New York Times, el escritor explora la literatura de ficción y no ficción alrededor de la idea de evolución no-humana; es decir, de las premisas que harían posible que las máquinas se “reprodujeran” a sí mismas.

Desde los días de Samuel Butler, contemporáneo y enemigo de Charles Darwin, el rol de la inteligencia en la evolución era la base para que un grupo de teístas revalorara la idea de Dios, pero también para que los ateos concluyeran que “es la carrera de las máquinas inteligentes y no la carrera de los hombres la que será el siguiente paso en la evolución.”

Porque finalmente, ¿qué es la inteligencia sino la capacidad de resolver un problema de la manera más eficiente posible? ¿Y para qué hemos creado las máquinas sino para hacer precisamente eso?

Para Zarkadakis, la cuestión de fondo no es si las máquinas pueden fabricar otras máquinas (algunas impresoras 3D ya son capaces de fabricar refacciones para ellas mismas), sino preguntarnos si las máquinas serán capaces de incidir en su propio diseño para mejorarse. Esta posibilidad volvería irrelevante el factor humano, el diseño y la ingeniería que nuestros (aparentemente) limitados cerebros pueden desarrollar, versus los que las máquinas pueden diseñar por sí mismas.

Lo interesante es que ya existen algoritmos para análisis de data que pueden aprender y manejar importantes cantidades de información contextual, como los que controlan los sistemas autónomos de los drones militares. El siguiente paso después de ser capaces de adaptarse a una situación siempre cambiante (finalmente eso es el mundo), es que las máquinas, según Zarkadakis, podrían incorporar alguna forma simulada de reproducción sexual con dos o más sexos, en vez de replicarse a sí mismos como las amebas. ¿Por qué? Porque la evolución basada en el sexo biológico permite que los nuevos organismos aprendan de sus antecesores, y la información genética es una inmejorable vía de compresión de data.

En otras palabras: el futuro podría ser de silicón y carbono, si las nanomáquinas aprenden a mimetizar las funciones de la evolución a nivel molecular.

Nanoingenieros como Eric Drexler ven, justamente en los robots más pequeños, la posibilidad de organización inteligente necesaria para crear superorganismos, parte máquina y parte organismos biológicos. Ya no se trata de un disparate de ciencia ficción, sino del siguiente paso en la compleja organización de estructuras moleculares a un nivel nanométrico, capaces de reproducirse. ¿Podrá ser esto el principio de una nueva forma de vida híbrida, al menos en nuestro universo conocido? La pregunta pertinente tal vez sería, ¿deseamos que sea así?

6 febrero, 2014
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