‘Dan’ tiene los ojos rojos, dice que se ha convertido en una característica, “no he parado de llorar desde ese día, por dolor, por rabia, por miedo, por todo, jamás volví a sonreír, ni me importa”, asegura al iniciar su narración.
“Existen circunstancias en las que nos proponemos la fantasía de olvidar, pero no se olvida, así día a día confirmamos el porqué de nuestra desgracia, la memoria siempre con mayor intensidad me inunda de realidad, ahí están presentes los datos duros, incontrovertibles e incontrolables, que me mantienen en una silla de ruedas…
Dos intentos de suicidio, el primero un mes después de la tragedia y el otro hace unas semanas. No, no concibo vivir así, amargado, deprimido y violento. El plan era mantener mi beca deportiva, me dedicaría a mis estudios, pero sobre todo al deporte que era mi pasión, uno de mis principales motivos para creer que mi vida iba perfectamente bien; como todas las mañanas desperté a las cuatro con 45 minutos para salir a correr a las cinco, salí de casa y llegando a una de las calles más solitarias cuatro sujetos me emboscaron, me golpearon y robaron un reloj y un Ipod, sin embargo lo único que hice fue cambiar de ruta, pero seguí con mi rutina diaria…
Un mes después, era quincena, pasé al cajero cercano de casa, cuando me dirigí a mi carro, ya casi daban las 8 de la noche, los mismos cuatro sujetos (estoy seguro que eran ellos), me volvieron a bloquear el paso, mientras uno me golpeaba por la espalda, de una manera tan fuerte que caí arrodillado, me subieron a un carro y vendaron los ojos, me quitaron la cartera, después de mucho tiempo, tal vez una hora o más, se detuvieron en un cajero automático, me pidieron la clave y ellos bajaron a vaciar mis cuentas…
Me aseguraron que sabían de mi familia y los mencionaron, se burlaban de mí y de la forma en que temblaba, no se decidían a dejarme ir, porque uno de ellos decía que si tenía esa cantidad, era porque mis padres eran ricos, no pudieron sacarlo todo porque el cajero no lo permite y eso despertó su coraje, me golpearon aún más fuerte…
Usaron las tarjetas para comprar ‘donde se pudo’, dijeron que si no se podía sacar el dinero al menos intentarían gastarlo, aunque tampoco pudieron hacer mucho, debido a la hora, pero sí pudieron adquirir algunas cosas de valor, después de horas, uno de ellos dijo que ya eran las 2:32 de la mañana y quería irse, los demás dijeron lo mismo y de pronto se detuvieron, en cosa de segundos sentí como me aventaban del carro…
Yo tenía las manos atadas por atrás y los ojos vendados, no supe dónde estaba y tampoco quise gritar, porque pensé que estarían viéndome y volverían para matarme, pero no fue así, lo que pasó es que me dejaron en una de las principales avenidas de la ciudad y aunque era madrugada tuve la maldita suerte que me atropellaran…
Sobreviví, pero sin una pierna que me amputaron, lo cual nunca voy a superar, en cuanto a daños a mi economía posiblemente fueron 30 mil con todo y la hospitalización, pero me robaron la vida… qué bueno hubiera sido que me mataran”, afirma a Revolución TRESPUNTOCERO ‘Dan’, víctima de secuestro exprés.
El Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad (ICESI), explica que el secuestro exprés, en México viene sucediendo desde hace aproximadamente 15 años, el cual se presenta en respuesta al uso masivo de tarjetas de crédito y débito en la población, ya que a los criminales hoy en día se les dificulta robar dinero en efectivo y con este tipo de delito han encontrado la manera de lograr este objetivo. Frecuentemente, los autores del secuestro exprés son individuos con antecedentes penales. Probablemente robaron vehículos o cometieron delitos menores.
El secuestro exprés se caracteriza por la retención de una o más personas por un período corto de tiempo (unas horas), durante el cual, los delincuentes exigen sumas pequeñas de dinero a los familiares de las víctimas para su liberación o a la propia víctima; es decir los delincuentes retienen a la víctima y la someten a sacar dinero de cajeros automáticos o electrónicos.
También le pueden robar pertenencias de valor y dejarla luego abandonada en algún sitio. Existen casos donde a este secuestro se suma el llevar a la víctima no sólo a los cajeros automáticos sino también a cobrar cheques, a ir a tiendas a comprar artículos de valor. Algunos especialistas prefieren denominar a este tipo de delito rapto con robo, como ocurre en varias agencias del ministerio público del fuero común de nuestro país.
Este tipo de secuestro está dirigido a cualquier ciudadano de clase media, el propósito es conseguir unos cuantos miles de pesos y dejando en el anonimato a las miles de víctimas que diariamente lo sufren, al mismo tiempo se han intensificado los autores del secuestro exprés que son delincuentes fármaco dependientes.
“Generalmente el primer paso del delito es la vigilancia de la rutina de la víctima potencial, antes llamó la atención por la forma de vida que lleva y que en muchas ocasiones se puede evidenciar por medio de la forma en que viste, el carro que usa o los lugares que frecuenta, aunque los grupos de la clase alta también padecen este tipo de delito, no son el blanco preferente, sí la clase media, tampoco importa mucho el auto que manejes o incluso si tienes uno, si alguien llama la atención es porque se sabe que se puede sacar una buena ‘ganancia’”, explica a Revolución TRESPUNTOCERO Roberto Gonzzali, abogado especialista en delincuencia organizada, miembro del círculo de la Federación Interamericana de Abogados.
Según Gonzzali la zona metropolitana de la ciudad de México es el principal foco rojo de este tipo de delito, sin embargo este crimen se presenta en diversas ciudades del país, como Guadalajara, Jalisco, Morelos, Sinaloa, Chapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca donde se vienen observando como las personas, principalmente las adineradas intentan presionar al gobierno para que disminuya los secuestros, sin que tengan éxito alguno. Sobre el modus operandi de este tipo de secuestro y a diferencia del ‘planificado o tradicional’, carece de labor de inteligencia y logística.
“Lo único que se planea es el horario y el día, la calle, pero subiendo al carro a la víctima lo demás es improvisado, dependiendo de lo que lleve consigo, en otras ocasiones se arriesgan un poco más y al ver a alguien que pueda dar la apariencia de alguien con dinero y/o tarjetas de crédito, o ya sea que su ropa se vea de marca y con artículos de valor visibles y saliendo de establecimientos exclusivos (tiendas de ropa, bancos o restaurantes), los siguen hasta emboscarlos y perpetrar el delito”, comenta el abogado.
También explica que el perfil de las víctimas es de hombres y mujeres de mediana edad, a quienes, debido a la carencia de logística, solamente los mantienen algunas horas (menos de 48) en calidad de secuestrados.
“Por más burdo que parezca, si en el secuestro exprés un grupo pequeño de individuos se ponen de acuerdo, ‘hoy vamos a salir a secuestrar a ese alguien para conseguir dinero’ o ‘veremos quién sale en el camino’; el 90 % de los secuestros exprés ocurre en horas de la mañana y las víctima preferidas son mujeres. 90% una mujer sola en un carro, 70% dos mujeres solas, 50% un hombre y una mujer y menos del 50 % dos hombres en un carro” asegura Gonzzali.
En cuanto a los números del secuestro aún no hay nada definido, ya que tan solo la cifra negra ocupa el el 90.8%, por otra parte el delito del secuestro exprés en la mayoría de las ocasiones no se contabiliza por aparte o simplemente no se hace, aunque durante el actual sexenio, analistas políticos han afirmado “el ritmo criminal de las bandas es frenético”, afirmando que desde diciembre de 2012, cada mes se registran 242 secuestros, alrededor de 60 semanales, entre ocho y nueve diarios, uno cada tres horas, sin que nadie los frene. Obteniendo las cifras de la Organización Alto al Secuestro (OAS), ya que INEGI a su parecer no mantiene un conteo ‘del todo acertado’.
“A las autoridades les es útil ocultar información sobre este flagelo social, por eso es bastante difícil reconocer que nuestro país se ha convertido en un auténtico paraíso para los secuestradores que realizan su actividad delictiva al amparo del gobierno”, puntualiza Gonzzali.
“Mi profesión es la medicina, lo ha sido por más de 20 años, y siempre acudí a las consultas a domicilio, le di mi tarjeta de presentación a mucha gente y me llamaron por la mañana, tarde, noche e incluso madrugadas por las emergencias…
Hace meses me llamó por teléfono un joven, minutos después de cerrar el consultorio, me pidió que fuera a su casa, porque su padre se estaba muriendo y estaban desesperados no sabía lo que tenía y como era una persona de 80 años era imposible trasladarlo, aseguraron que ya antes lo había atendido…
Por el lugar al que llegué pensé que eran personas de escasos recursos, inmediatamente al entrar vi a tres jóvenes que me agarraron y amordazaron, me llevaron a mi camioneta y me apuntaron con una pistola, me obligaron a manejar, pero como vieron que no tenía equilibrio alguno y las manos me temblaban, me cambiaron a uno de los asientos de atrás…
Registraron el carro y tomaron las cosas que llevaba ahí, me quitaron la cartera y fuimos al cajero más solitario de la ciudad, estuvimos dando vueltas por la ciudad durante varias horas, y nada más salir el sol volvieron a llevarme al cajero para poder sacar más dinero, usaron mis tarjetas de crédito, porque seguimos dando vueltas, en la gasolinera quise pedir ayuda, pero se me hizo arriesgado, incluso bajé con ellos a comprar a una tienda departamental…
Después de toda la madrugada y medio día me dejaron en un camino solitario lejano a la ciudad, se llevaron todo, pero antes hicieron que firmara varias recetas médicas y también se las llevaron, lo cual fue mi mayor preocupación. Mi camioneta no ha aparecido y en el Ministerio Público me han dicho que los delincuentes tienen mecánicos que cambian el color e incluso si pueden le hacen cambios a la forma del carro, aunque se me hace una excusa de las peores para que simplemente las autoridades no hagan nada…
Aquellas horas perdí casi 100 mil pesos y mi libertad, porque ya no duermo o no con frecuencia, el trauma siempre está presente y en ningún lado me siento seguro, que es parte de las consecuencias psicológicas con las que se queda la persona dañada, nunca reconocí a mis agresores, lo que es seguro es que antes debieron investigarme y seguirme para saber cuál era mi método de trabajo, mis rutas y mi domicilio, porque me amenazaron en llegar y matar a mi familia si hablaba, estoy en los últimos trámites para mudarme de ciudad, aunque ninguna es segura, aquí ya nos tienen vigilados”, asegura aRevolución TRESPUNTOCERO el médico.