Charbell Lucio
Tancítaro, Michoacán.- En la televisión, el presentador de un canal de noticias locales informaba que el gobernador Fausto Vallejo Figueroa había asegurado que no habría más levantamientos en armas. Pero aquí, a 167 kilómetros de la capital del estado, las declaraciones del gobernador suenan a mentiras.
Sobre todo en Tancítaro, una localidad rica en producción de aguacate pero golpeada por la violencia y el dominio que hasta el pasado 16 de noviembre tenía la organización de los Caballeros Templarios, antes del surgimiento.
Hoy las entradas y salidas del municipio y varios pueblos cercanos se encuentran custodiadas por cientos de hombres, algunos todavía adolescentes, orgullosos por llevar consigo un arma. Lo mismo ocurre en la cabecera municipal, donde tras la salida de los policías municipales son ahora los guardias comunitarios quienes ocupan las instalaciones de la comandancia.
A unos metros de ahí, se localiza la iglesia que fue acondicionada como refugio para los desplazados por la violencia, eran cientos de personas de comunidades como El Zapote, El Cortijo y Pujua quienes se resguardaron ahí durante más de una semana apoyados por el padre Felipe, mientras sus casas eran saqueadas, balaceadas y en algunos casos incendiadas.
Ya en el recorrido por las comunidades en las patrullas del grupo de autodefensa, uno de los comunitarios, preguntó si tenía miedo, y cómo no iba a tenerlo si en esa misma brecha días atrás los guardias civiles fueron atacados a balazos desde los cerros. Quise negarlo, pero el miedo lo sentía en todo el cuerpo. Afuera, los plantíos de aguacate y otros frutos parecían infinitos, adentro, los éxitos de “Los inquietos del norte” sonaban irónicos.
Al llegar a las comunidades que parecían pueblos fantasmas aún había rastros de lo que ahí pasó. Por el camino había regados objetos personales extraídos de alguna casa. Los orificios en las puertas causados por las balas dejaban ver el interior de los inmuebles, donde no había ni un alma.
Los delincuentes, a su paso se llevaron joyas, dinero, vehículos y hasta tractores. De las tiendas de abarrotes tomaron todo el alcohol y mercancía diversa. En las huertas de aguacate dejaron camionetas abandonadas y parte de la mercancía robada.
Los comunitarios veían con tristeza sus casas, el desorden, los estragos, lo que les queda, y es inevitable imaginar qué habría pasado si estas familias no hubieran salido de sus casas para refugiarse en la iglesia.
Con el paso de los días y la expansión de las autodefensas hacia otras comunidades de Tancítaro, los pobladores han ganado confianza y de a poco abandonaron el refugio, excepto una familia.
Son doce personas, en su mayoría mujeres y niños los que no han podido salir del resguardo. La casa que habitaban fue incendiada por criminales, como venganza por apoyar el movimiento de las autodefensas.
Los menores han abandonado temporalmente la escuela, pues no pueden acercarse a su comunidad. Ha pasado ya casi un mes desde su llegada y aún no saben cuándo podrán estar de vuelta en casa.
A diez meses del surgimiento de los grupos de autodefensa, se conoce que el número de desplazados supera las 2 mil personas. Todos originarios de municipios como Buenavista Tomatlán, Tepalcatepec, Aguililla, Aquila, Coalcomán, Chinicuila Apatzingán y Tancítaro en la región de Tierra Caliente en Michoacán.