Corazón 3.0


Bélgica 3, Japón 2: Harakiri de último minuto

No cabe duda que, por calidad de planteles y por talentos individuales, el Brasil-Bélgica que ha quedado establecido para los cuartos de final es la mejor noticia futbolística que le pudo pasar al Mundial de Rusia.

Sin embargo debo confesar que, luego del emocionante trámite que permitió a los Diablos Rojos acceder al quinto partido por tercera vez en su historia, luego de mirar el corazón, la valentía, la generosidad y la falta de complejos con que Japón salió a plantarles cara, lamenté profundamente la eliminación de los nipones. Por lo menos, lamenté el tanto conseguido en el último minuto de la compensación por Chadli, con el cual conjuró los tiempos extras que seguro ya todos los entretenidos espectadores nos saboreábamos.

Y eso que antes del silbatazo inicial traía yo acumuladas en la boca crecidas dosis de amarga hiel contra los orientales. Su mezquina, cínica aun cuando no antirreglamentaria manera de asegurarse el acceso a la segunda ronda (conservando metidos atrás un marcador en contra de uno cero, amparados a que los senegaleses no le anotaran a Colombia durante los últimos diez minutos, y consiguiendo el pase por presunto fair play) me había llenado de indignación.

A estas horas, los japoneses tendrían que ser la envidia de varios, comenzando por los mexicanos. Porque a pesar de que ambas escuadras se han ido eliminadas frente a equipos que claramente eran superiores a ellas, Japón se marcha con la sensación de que en la última instancia llegó a su tope, entregó su cien por ciento, puso en reales aprietos a su adversario hasta el último minuto, pudo perfectamente ganar, y se va del cuarto partido con la cara en alto.

México se fue del cuarto partido tratando de que fuera el recuerdo de su debut contra Alemania lo que le permitiera mantener la cara levantada.

Habrá que ver si esta prueba, la primera real que Bélgica ha debido afrontar en el torneo, y que le ha merecido el más grande e inesperado de los sustos, no llegó demasiado tarde; si no hubiera resultado preciso para ella al menos otro ensayo de la misma o parecida naturaleza, a fin de templarle los argumentos lo justo antes de medirse con una potencia tan consolidada y en ascenso como la verde-amarelha. Hoy se lleva sobrados motivos de reflexión, y multiplicadas alarmas preventivas. Su elegante y sólido reparto de estelares fue capaz de remontar un 2-0 adverso, y eso habla de temple. Pero yo la verdad opino que lo más preocupante para los belgas vino justamente con el empate: pues cuando parecía que la inercia del encuentro les favorecería por completo, y tenían todo en sus manos para consumar la obra ante un rival en lógico trance de derrumbamiento, Japón no sólo siguió respondiéndoles al tú por tú, sino que puede decirse que tuvo las opciones más claras y mejor construidas.

Eso fue lo más seductor de los nipones durante los emotivos, movidos, vertiginosos segundos cuarentaicinco minutos del cotejo: que nunca renunciaron al ataque. Y que hoy, al buen trabajo táctico y de articulación colectiva que exhibieran ante Colombia y Senegal, sumaron una cuota de técnica y creatividad individual tan sorpresiva como grata. Quien hubiera sintonizado el partido hacia el minuto 80, sin referencias previas a propósito de quiénes eran los que se estaban enfrentando, difícilmente habría podido decir que los de rojo eran el tercer mejor equipo rankeado por la FIFA, y los de azul uno de los eternos pendientes del tercer mundo futbolístico. A tal punto equilibradas las alternativas, los atrevimientos, los recursos estratégicos.

Al final, el único reproche aplicable a Japón tendría que ver con su exceso de osadía, con su inocencia. Ya sobre tiempo añadido, el ex-tuzo Honda cobró de modo impecable un tiro de larga distancia, que obligó a Courtois a emplearse a fondo para enviar a tiro de esquina.

Lo que vino entonces, puede tomarse indistintamente como un harakiri de último minuto, o como un muy oportuno homenaje a la selección mexicana dirigida por Nacho Trelles en el Mundial de Chile 1962. Selección  a la que se consideró durante muchos lustros el mejor representativo tricolor de la historia: su generación dorada.

México enfrentaba a España, y estaban empatando sobre el final. México obtuvo un córner en las postrimerías del partido. Cuenta la leyenda que don Nacho le arrebató a quién sabe quién su cámara (una de aquellas enormes cámaras de la década del 60), para fingirse fotógrafo y poder aproximarse corre que te corre hasta donde estaba por realizarse el cobro, a fin de indicarle a del Águila que echara el balón a la tribuna para consumir los últimos segundos. Venían de perder con Brasil, y un empate con los ibéricos dejaba opción para el último juego contra Checoslovaquia (a la que México derrotaría 3-1, obteniendo su primera victoria mundialista de la historia).  Del Águila desobedeció, centró la pelota propiciando un fulminante contraataque y abriendo la puerta para el agónico gol español.

Hoy el entrenador Akira Nishino, quien de pie fuera de su banca parece en todo momento una versión japonesa de Joan Manuel Serrat, no tuvo tiempo ni de buscar un camarógrafo a quién despojar, ni de correr en pos de la esquina. Pero la verdad es que no parecía necesario. La pizarra electrónica había indicado cuatro protocolarios minutos de descuento, y tras la atajada de Courtois había comenzado ya a correr el minuto 94. El sentido común indicaba retener la pelota, no arriesgar, dejar que los segundos se agotaran en el rincón de la cancha, y proceder cuanto antes al breve descanso y a la mínima planeación de los tiempos extras. Honda prefirió cobrar. Los belgas correspondieron con un contragolpe fulminante, voraz, preciso, inapelable.

Hasta la vista, Japón. Gracias por abandonar aquel feo traje de tecnócrata de multinacional asiática, exhibido ante los polacos, y por venir a despedirte de nosotros con esta traza de joven samurái a lo Kurosawa. Una sincera inclinación de cabeza con las manos unidas para ti.

Y mientras tanto: Brasil contra Bélgica. En el papel y en los momios de las casas de apuestas, una final adelantada. En el estómago, la esperanzada expectativa de una jornada inolvidable; que así merito sea.

3 julio, 2018
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