Sexualidad


Claves para entender tus fetichismos secretos

Eduardo Limón / Cultura Colectiva

Si crees que tu encuentro literario, o fílmico, con Christian Grey te define desde ese momento hasta ahora como un ser que se alimenta sexualmente del sadomasoquismo, deberías pensarlo un par de veces más antes de involucrarte en algo para lo que no estés realmente preparado, o para tomar un papel que en realidad no te corresponda. No estamos tratando con esto de exhortar a nadie para abandonar sus intereses sexuales ni de llevarle la contraria; sólo queremos marcar puntos relevantes y aclaraciones para aquellos que no estén muy familiarizados con estas prácticas.

En un inicio, puede sonar peligroso a la vez que divertido (parte de esto es consecuencia de la hiper estetización en cine y literatura de estos actos de violencia y daño), pero primero debemos entender qué engloban el sadismo y el masoquismo, cómo se conjugan, y quiénes se adhieren a cada rol.

Para ello, comenzaremos diciendo que el sadismo y el masoquismo son parafilias de la conducta (sexual) humana, la cual es diversa y compleja frente a esquemas de clasificación que caen en rubros demasiado simplistas, o que pretenden marcar una supuesta normalidad del comportamiento. La distinción entre prácticas resulta en la mayoría de los casos un tanto arbitraria, y presupone un juicio de valor en cada una; en una sociedad como la nuestra, que resulta abierta para muchos temas y para otros no, aquellos hábitos fuera de lo estandarizado se siguen considerando pervertidos.

Ahora, la pregunta obligada es la siguiente: ¿qué resulta normal y qué anormal? Porque es sencillo decir que algo se sale de lo común, de lo mayoritario, pero, decir que no es normal se llama parafilia, a esos estados en que la excitación sexual toma por principal a la fantasía que origina a la experiencia en sí. En los casos que aquí mencionamos, estas parafilias (sado y maso) giran en torno a actos específicos que causan placer, al mismo tiempo que dolor/poder.

El pertenecer a una u otra no es algo netamente de elección, se deben tomar en cuenta múltiples dimensiones de la vida para saber qué tipo de practicantes somos; por ejemplo, aquellas de naturaleza personal o política y que ejercen peculiar presión sobre nuestras personas. Para entender el mundo de la sexualidad (y del erotismo) en que vivimos, hay que considerar a éste como reflejo de lo que vivimos en sociedad, en todos los ámbitos del hombre.

Así, y en el entendido de que un sadista es aquél que encuentra placer en infligir dolor, y al masoquista como el que lo alcanza recibiendo maltrato, podemos decir que esta simbiosis no se remite sólo a relaciones de poder en el plano sexual; sino que estas aficiones se conectan a un deseo por ser reconocidos y aceptados en el mundo cotidiano (no-erótico). Es llevar a la cama un papel de dominador y dominado que se juega en el día a día.

El sadista guarda en su persona esa necesidad constante por someter, por mandar y por exagerar sus reacciones; mientras que el masoquista se caracteriza por complejos de subordinación, de culpa o de sumisión. De igual manera, podemos entender al masoquismo como una continuación del sadismo, que dirige la persona contra el propio yo que se coloca como objeto sexual.

Dado lo anterior, las dos formas aparecen casi siempre en el mismo individuo, aunque siempre existe la inclinación a una de ellas con mayor apego a su carácter predominante.

Entonces, ¿cuál eres tú?

4 febrero, 2016
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