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Pese a la pobreza y al narco, Juana Acosta no deja de dar clases por «amor a los niños»

Desde hace 14 años, Juana Acosta Cortés, apodada “La Chula”, labora como maestra en distintas comunidades de escasos recursos en la región Tierra Caliente. Las complejidades de las zonas rurales donde se ha desempeñado, le han dejado grandes enseñanzas, pero también episodios amargos, como el haber abortado en dos ocasiones al quedar en medio de enfrentamientos armados.

Actualmente, la maestra Juana Acosta es directora y docente en un centro de educación preescolar en la localidad Rancho Nuevo, municipio de Múgica. La escuela, aún con carencias debido a que no cuenta con aulas, atiende a 33 niños a los que “La Chula”, como la apodan en el pueblo, ve con amor y comprensión al tratarse de menores que diariamente se enfrentan con la pobreza y condiciones de vulnerabilidad.

“Me ha gustado trabajar en comunidades porque me he adaptado mucho yo a los niños. He conocido muchos problemas tanto sociales como económicos y he sabido yo saber cómo cada familia vive, los maltratos físicos, psicológicos. Yo nunca les he pedido calidad de trabajo, ni de material, sino la calidad de niños con corazón y darles un aprendizaje que en verdad ocupen”, narra la licenciada en Educación Preescolar.

Para lograr ser una profesora, Acosta Cortés, tuvo que enfrentarse a diversos obstáculos, como fue la edad, pues fue hasta pasados los 30 años cuando culminó sus estudios y pudo titularse.

“Tenía 33 años cuando me titulé, pero no importa la edad, importa el desempeño que vamos a tener nosotros. Me gusta mi trabajo, me gustan los niños, me considero yo como una buena alumna, como una buena educadora, porque en cada lugar que llego yo a trabajar, alguna semilla he dejado. Me siento orgullosa de mi trabajo. No me avergüenzo de la edad”, dice segura la maestra.

En sus 14 años de docencia, Juana Cortés ha recorrido diversas comunidades de los municipios de La Huacana, Parácuaro y Múgica, zonas conflictivas donde converge la pobreza y la violencia propiciada por el crimen organizado, situación que ha marcado su vida, pues en dos ocasiones, ha perdido el producto de embarazos al quedar en el fuego cruzado entre grupos armados.

“En la comunidad del Varal, municipio de Parácuaro. Yo tenía tres meses de embarazada cuando yo tuve mi primer enfrentamiento. Me atraparon unos carros, unos encapuchados, yo oí muchas balas pero yo ahí estuve. Después pasaron tres días y empecé con molestias y ahí perdí la primera bebé.

Después pasaron dos años y volví a embarazarme, volví a perder una bebé de cinco meses. Hubo otra balacera en el Varal. Me subí a un taxi, yo lo que hice, yo corrí, pero en ese momento las puertas se me cerraron a mí. Sentí que el suelo no lo pisaba, porque había balas por donde sea, por muchas partes. Yo me tuve que meter a una casa que una señora me dijo ‘véngase, maestra’, porque la comunidad de Úspero, municipio de Parácuaro, ahí por Apatzingán, mucha gente me conoce”, cuenta “La Chula”.

A pesar de la pérdida, la maestra no claudica y por el contrario, reafirma que enseñar es su vocación.

“Los niños son el amor que más he querido yo. Me olvido de todo, me olvido hasta del hogar. Cuando tienen un problema, que no tienen por ejemplo para un dulce, para un juguete, yo les he impartido a esos niños sus necesidades. A esos niños les falta mucho amor porque muchos padres de familia rechazan a sus hijos y yo a lo mejor Dios me dio el espíritu de ser una buena educadora porque cuando regreso yo al rancho los niños me ven con aquel amor.

Yo soy una maestra humilde y de corazón que conozco el amor de cada niño necesita y aquí estoy para servirles”, reitera “La Chula”.

15 mayo, 2018
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