Opinión 3.0


Memoria y juventud

“Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia». Esas fueron las palabras de Andrés Manuel que hicieron temblar al pleno de la Cámara de Diputados el 6 de abril de 2005. Tiempo ha pasado desde entonces, y muy poco ha cambiado. La ambivalencia histórica de la política mexicana ha agudizado sus contradicciones: por un lado, la supuesta transición democrática y las flamantes reformas estructurales y, por el otro, el regreso del PRI, lobo en piel de oveja, heraldo de la precariedad, la muerte, la corrupción.

El partido del régimen y los enormes grupos de poder no se cansan de mentirnos, de intentar persuadirnos de que el país tiene solución —sin asumir culpa alguna y siguiendo las mismas recetas fallidas. Se acercan las fechas donde el día de los inocentes parece durar meses. Los que gobiernan dirán que “ahora sí van a cambiar”. Y, por eso, hay que recordar que el aparato que mueve al Estado, está oxidado, viejo y es robado.

La memoria será el arma principal de la democracia, que defienda las elecciones del 2018, pues parece que la historia ya nos alcanzó y el juicio al régimen y a la alternativa habrá de darse en las urnas; la memoria, en este caso colectiva, que habrá de orientar a los jóvenes de entre 18 y 23 años que votarán por primera vez en las elecciones para elegir Presidente de la República —unos 14 millones, según cifras oficiales.

Morena ha sido el único sujeto político-electoral que ha disminuido las distancias entre partidos, voluntad popular y democracia trasparente, entendiendo la responsabilidad que tiene la juventud y los pocos incentivos que tiene para asumirla. Hace dos años, su Consejo Nacional acordó que diputados y funcionarios públicos del partido entregaran la mitad de sus sueldos para financiar un programa educativo: escuelas universitarias que recibieran a estudiantes excluidos de los centros de educación superior pública.

Ningún otro partido lo ha hecho, menos aún cuando, por ley, sólo están obligados a destinar el 2% de sus recursos a la educación, por medio de la formación política de sus militantes. Las contribuciones, entonces, dieron lugar a la creación de quince escuelas universitarias con planes de estudio acordes con sus territorios. La empatía y la lectura acertada de morena sobre la tormenta que se ha instalado en México generó el coraje suficiente para que quince municipios garantizaran el derecho a la educación por medio de la rehabilitación de los planteles, la donación de mobiliario, y bibliotecas.

Aquí hay una lección que tenemos que asumir: La memoria existe también materialmente. Esas aulas, bibliotecas, profesores dando clase a los excluidos del neoliberalismo del PRIAN, son memoria viviente, que se vuelve joven en quienes como generación nos beneficiamos de la reparación del daño. Es una diferencia cualitativa, simbólica si se quiere, que empieza la proyección del nuevo régimen, de la opción representada por AMLO, que juzgaremos todos —historia viva— en las urnas del 2018 que ya llegó.

7 noviembre, 2017
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